No tengamos miedo de examinar todo lo que nos ha traído hasta este lugar; y confiemos en que pronto veremos la mano de un Dios bondadoso en todo ello.
Dar gracias por lo malo que nos sucede en la vida es tan importante como estar agradecido por lo bueno. Nunca estaremos en paz mientras nos achiquemos ante cada apuro o cada situación que nos asuste o nos ponga los nervios de punta. Esto no quiere decir que tengamos que aceptar callados todo lo que nos suceda. Jesús mismo dice que debemos rogar: “No nos dejes caer en la tentación”. Pero hay tantas cosas en la vida que están fuera de nuestro control, y nos atañe mirar las cosas que nos ponen a prueba como sendas oportunidades para crecer, más bien que obstáculos.
La filósofa francesa Simone Weil escribió: “Dios derrama constantemente la plenitud de su gracia sobre cada ser del universo, pero nosotros consentimos en recibirla en mayor o menor grado no más.
En los asuntos puramente espirituales, Dios accede a todos los deseos. Los que recibieron menos, han pedido menos”. Es un pensamiento fascinante.
Además, si al orar decimos con sinceridad: “hágase tu voluntad”, recibiremos agradecidos todo lo que Dios consiente en darnos. Aun a los hijos de Israel Dios respondió a veces con la vara del castigo; no fue sólo maná lo que les llegó del cielo. En cuanto a las cosas buenas—como lo son la familia, el alimento, la casa, los amigos, el amor, el trabajo—tenemos que admitir, si somos sinceros, que a menudo las damos por sentado. Las tratamos como derechos y no como dones.
Recuerden que justo cuando las luchas o los problemas más afligen a uno es que la gratitud puede cambiar por completo nuestra actitud ante la vida
Estos párrafos son extractos del capítulo ‘Gratitud’, del libro En Busca de Paz
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