Espejo que nos lleva a otro tiempo.
Los Reyes Magos
“Agranda la puerta, Padre,
porque no puedo pasar.
La hiciste para los niños,
yo he crecido, a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame, por piedad;
vuélveme a la edad aquella
en que vivir es soñar.”
Miguel de Unamuno
A veces, descubrimos la conexión para visitar nuestra infancia, a través de los olores de un camino, la seducción de un sabor, el encanto de un paisaje, una imagen, una nota, un sentimiento, una música, incluso, el roce de una mano, que nos catapulta a ese otro tiempo, a esos lugares intemporales, en los que se junta el pasado con el presente.
Ese viaje de emociones, nos devuelve a esa historia que nunca quisimos que acabara, y en la que la memoria de las vivencias tenidas en su momento, son punto de partida, de lo que vivimos, aunque quizás no de cómo lo vivimos, ya que todo queda idealizado y pasado por el tamiz de la imaginación y de la fantasía, hasta llegar a esta nueva versión de la realidad, en la que se mezclan tiempos, personas, hechos, escenas y sentimientos.
Esta, es la memoria de nuestra infancia y juventud, con sus inquietudes y bagaje, que ahora, adquiere una nueva dimensión, un nuevo recorrido, quizás distorsionado por el tiempo, que logra despertarnos a esas emociones, a través de un detalle que, de repente, nos vuelve a convertir en niños y nos hace aparecer en aquel lugar, en aquella circunstancia, en la que nada está, pero todo permanece, esa relación entre objeto y sujeto, esa emoción percibida en esa antigua escena, que transforma y activa ese recuerdo en nuestro interior.
Entender esto, implica comprender nuestros refugios, para poder dar sentido y continuidad a nuestras libertades, y a ese viaje al tiempo y al espacio, sin el cual, nuestra vida no podría existir, que nos permite continuar y nos lleva a una construcción personal, más allá de lo que se ve y se siente.
Traspasar las líneas del tiempo, y acercarse a ese momento mágico, en el que aquello sucedió efímeramente, es una iniciación, que nos adentra en el paisaje y vivencias de aquel momento, enseñándolo y desprendiéndolo de toda materialidad y transformándolo en la ilusión que transciende a lo físico, a través de la conexión que nos transportó a ese momento, ya fuera el olor, el sabor, la dulzura, la caricia, a esa inmaterialidad que subyace en esa escena, a la esencia detrás del contenido real y físico, a contemplar la transformación, desde otra percepción, la de los sueños, de los esfuerzos, inquietudes, y ese es el reflejo del recuerdo, esa simbiosis del ser humano entre la materia y el espíritu y ahí está reflejado íntegramente ese momento, esa magia que transforma, transita y eleva esa experiencia, esa vivencia hasta el espíritu.
Porque, en ocasiones, precisamos ir a la luna, para regresar a la tierra llenos de energía y con el corazón renovado de ilusiones, aunque, el secreto, es que nunca fuimos, siempre hemos estado aquí, y solo hemos volado con nuestra magia y fantasía, ya que la ilusión y el recuerdo nunca los cerramos, aunque, a veces, los aparcamos, solo a veces, pero nunca... nunca los abandonamos.
Os espero, Queridos Reyes Magos.
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