El patrimonio emocional lo conforman aquellas relaciones satisfactorias, sanas y recíprocas con las que sembramos el camino de nuestra vida.
Llega un momento en la vida en que las cosas materiales dejan de tener importancia y en el que nos damos cuenta de que lo más valioso son aquellas personas que nos acompañan
Con el tiempo aprendes a valorar la satisfacción que produce querer, tener un hombro en el que llorar y unos brazos con los que ofrecer calidez.
Según vamos cumpliendo años, el dinero, el trabajo o esa silueta perfecta dejan de tener tanta relevancia en la lista mental de cosas imprescindibles que todos elaboramos en algún momento.
Las personas que realmente nos importan; ese es nuestro verdadero hogar. Lo más valioso de nuestra vida no se mide en posesiones materiales, sino emocionales.
Puede que se nos olvide, o que en determinados momentos no le demos demasiada importancia a este hecho pero, al final, todo termina siendo más sencillo cuando alguien nos acompaña.
Da igual que sean otras personas o que seamos nosotros mismos, tener un corazón emocional rico en amor y amistad es lo verdaderamente significativo al cabo del tiempo
Da igual que sean otras personas o que seamos nosotros mismos, tener un corazón emocional rico en amor y amistad es lo verdaderamente significativo al cabo del tiempo
Querer y valorar a lo que nos rodean es la base del crecimiento
Nuestra actitud la determinan nuestras prioridades. Esta es la razón por la cual, cuando echamos la vista hacia atrás, pensamos algo así como: ¡Cómo hemos cambiado!
Somos personas y, por definición, somos seres cambiantes que aprendemos y desaprendemos en todos los ámbitos de nuestra realidad
Las distintas vivencias nos hacen darnos cuenta de lo efímera que es la vida, por lo que, poco a poco, valoramos más la experiencia de conectar de manera especial con los demás, de vincularnos efectivamente y de tener alguien con quien reír llorar o lo que haga falta.
Nuestra actitud la determinan nuestras prioridades. Esta es la razón por la cual, cuando echamos la vista hacia atrás, pensamos algo así como: ¡Cómo hemos cambiado!
Somos personas y, por definición, somos seres cambiantes que aprendemos y desaprendemos en todos los ámbitos de nuestra realidad
Las distintas vivencias nos hacen darnos cuenta de lo efímera que es la vida, por lo que, poco a poco, valoramos más la experiencia de conectar de manera especial con los demás, de vincularnos efectivamente y de tener alguien con quien reír llorar o lo que haga falta.
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