Las cosas más bonitas ni se ven ni se tocan, solo se sienten.

 Una caricia, un abrazo,  la magia de una mirada o un«cómo estás hoy», configuran la auténtica fórmula de la felicidad, la cual, no no es más que la suma de todas esas cosas invisibles a los ojos, que al juntarse, siembran de flores nuestra alma.ñ

La auténtica felicidad, por tanto, es invisible, no se puede tocar, no se puede ver, pero sí sentir, porque es energía que emana de nuestros propios vínculos positivos con aquello que nos es significativo. Las cosas más bonitas están ahí, a nuestro alrededor, pero no esperan ser poseídas ni manipuladas, sino respetadas como merecen: como algo sagrado.

Porque el amor, ni se somete ni se domina, el amor debe crearse y renovarse cada día, al igual que la amistad más sincera y enriquecedora, o el cariño por un hijo o la complicidad por nuestras mascotas. Lo que ofrecemos y lo que recibimos no se puede tocar, es el aliento de nuestras emociones. 

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